Eran las 10 de la noche de un frío dia de invierno. No sabía a quien acudir. El miedo se apoderaba de su frágil cuerpo. Notaba la presencia de un individuo extraño, alguien que la seguía por alguna razón que no lograba averiguar. De repente oyó un ruido en mitad de la oscuridad, un ruido que recordaba al romper de una rama. Se giró y allí estaba aquella presencia que le había estado turbando durante todo el día. No sabía si era humano ya que lo único que logró ver justo antes de desmayarse fue una capa y dos puntos de luz roja en el hueco de la capucha...
Cuando se despertó, se hayó en una habitación lujosamente decorada aunque algo siniestra, ya que tanto las paredes como el suelo estaban pintados de un rojo granate, el mismo color que poseía las sábanas de la cama doble de caoba con un cabecero algo más grande de lo habitual en la que se encontraba. Al recorrer la habitación con la mirada, lo único que encontró fue un tocador y un armario de estilo regio de caoba los dos, una puerta doble de roble y una ventana sin cristal...
Se encaminó hacia la ventana para observar el paisaje y descubrió que al frente se encontraba un largo muro de piedra con ventanas a lo largo y alto de él, observó que abajo había un patio de césped con árboles y bancos y un camino que lo rodeaba de piedras y que aquel lugar también estaba rodeado por dos muros iguales que el anterior a los lados lo que le daba forma de cuadrado perfecto. En el parque pudo ver que capas con capuchas iban y venían de las distintas partes de lo que supuso que era un castillo o algo parecido y se acordó del día que fue “secuestrada” y se arrepintió de no haber hecho caso a su madre cuando le dijo que no saliera por culpa del viento, pero ella era muy inquieta y quería descubrir la ciudad a la que se había mudado con su madre y su abuela.