Destino, vil compañero, ahora me
llevas por los senderos de la desgracia, corrompiendo mi alma y
arrebatándome la esperanza, arduos me son los días que se me
presentan desde que tú me obligaste a salir de la única tierra que
conozco, en la que me he criado, porque se te antojó otorgarme
semejante maldición, que me condena a vagar errante por estos
parajes áridos del desierto de Nimberak.